Luis Santiago Salvador
De cuántos delitos podría ser acusado alguno de los personajes que representaba Pedro Infante en sus afamadas películas, ahora que el galanteo tradicional está satanizado en todas partes, aunque, se sigan explotando los prototipos de belleza por los que se cosifica a la mujer.
Luis Manuel García, uno de los personajes centrales de Los tres García del año 1949, dirigida por Ismael Rodríguez, es un referente masculino de varias generaciones, para aquellos que tuvieron la “fortuna” de crecer viendo estas producciones de la cinematografía nacional, ya sea en el cine o desde la comodidad de la pantalla chica, eso sí, sometidas a infames mutilaciones que alteraban la continuidad de las escenas y la trama de las películas.
En este filme, Luis Manuel García, hacía gala de un machismo recalcitrante que fue objeto de culto por varias décadas y formó el carácter de niños y jóvenes ante las mujeres, pero también de las mismas al normalizar las conductas que les impedían un desarrollo óptimo y competitivo ante el hombre y las criaban como objetos de los deseos masculinos, criterios que también les han generado ventajas a algunas.
Para nadie era extraño o criminal, que un galán tomara a la fuerza a una joven para arrebatarle un prolongado ósculo al estilo francés, inclusive, robarle un arete de la oreja sin que ella se percatara, abrazarla a la fuerza, retenerla entre los brazos, aunque pida “por favor” que la deje ir, regresarla a jalones, al tiempo que se sueltan procaces piropos con una entonación lasciva, todo esto bajo el efecto de las bebidas espirituosas.
En esta escena, Luis Manuel García, bajo los criterios jurídicos y ministeriales de la actualidad “que casi nunca se apegan y ajustan a las causas de moda”, y haciendo eco al clamor popular de justicia de género, pues las mujeres también votan y contribuyen a la economía, pero sobre todo hacen mucho escándalo cuando están juntas, se haría acreedor a varias sanciones punitivas y privativas de la libertad, además del repudio social, predestinándolo al ostracismo.
Pedro Infante, alías Luis Manuel García, oriundo de San Luis de la Paz, Guanajuato, en la actualidad, si fuera denunciado por alguna de sus “víctimas”, con el apoyo probatorio—no ante un juez, pero si ante el tribunal social mediático—de algún video filmado con teléfono celular por algún buen ciudadano preocupado y comprometido con los cambios sociales, enfrentaría cargos por acoso, secuestro exprés, robo, violación, con varias agravantes, entre ellas, el estado etílico, el lenguaje lascivo, el uso de la fuerza, intimidación y amenazas, ya que en muchas de estas escenas, el vestirse de charro conllevaba forzosamente traer pistola, y ahora, estar armado y abrazar por la fuerza a una mujer es considerado intento de feminicidio.
Así las cosas, de complicadas para los hombres que crecieron con el estereotipo masculino del varón “feo, fuerte y formal”, todo eso que antes eran atributos y cualidades, ahora son defectos, vicios y crímenes que se castigan con la cárcel, la deshonra pública, y la separación social, inclusive para su familia, y en casos extremos, puede cobrar la vida de los acusados que ante la presión social deciden terminar con su vida, no es extremo, ya se han registrado casos.
En este caso no aplica “Pepe el toro es inocente”, pues ante la abrumadora mayoría que se manifestaría en las redes sociales, el puritanismo de la sociedad, el oportunismo político de los servidores de la nación; la minoría empresarial que gobierna el país, pero sobre todo el clamor popular de justicia, “ni una más”, “muera el patriarcado”, “muerte al violador”, Luis Manuel enfrentaría la pena máxima que concede el sistema penal mexicano, o sea, 76 años de prisión, aunque pasada la crisis mediática, un buen abogado podría negociar con la víctima, y alcanzar su libertad con base al perdón, como ha sucedido en algunos casos muy mediáticos.
Lo que es un hecho es el marcado valor sexual que tiene la mujer ante la figura masculina de algunos de los personajes del Ídolo de Guamúchil, pues la mayoría de ellas, protagonistas, actrices secundarias, de reparto, desde niñas, (“La Tusita” o “Chachita”), hasta abuelitas, (Doña Luisa García de García) caen rendidas a sus encantos masculinos de “protomacho”, cumplidor, cantador, pendenciero, alcohólico, mujeriego, justiciero, controlador, defensor y proveedor, pero a la vez sumiso ante ella, ya sea como hijo, nieto, padre postizo, pretendiente, esposo, o enamorado.
Como olvidar a Pedro Malo, en Dos tipos de cuidado, del año de 1953, dirigida por Ismael Rodríguez, el abnegado amigo que se sacrifica por la amistad de Jorge Bueno, (Jorge Negrete), aunque se une en matrimonio, sigue con su vida libre de cualquier atavismo trágico vinculado al casamiento.
De esta película destacan dos diálogos, el primero de la actriz María Herminia Pérez de León, Mimí Derba, quien interpreta a la madre de Jorge Bueno, misma que justifica la infidelidad de los hombres diciendo:
“No pensé que usted quisiera casar a su hija con un dechado de pureza”, “No, no, no …tampoco hay que ponerse así, esto es una cosa común y corriente en todos los hombres…”, dice la mujer en uno de sus diálogos justificando la conducta promiscua de su hijo.
En su caso, Pedro Malo dice:
“A mi ninguna mujer me toma en serio porque dicen que ando con muchas, y yo tengo que andar con muchas porque ninguna me toma en serio…”, le contesta a Maruja Griffel, quien es la matrona que controla uno de los antros que asiduamente visita Pedro, madrota que alaba el charm del personaje para con las mujeres del lugar: “Mira nomás que suerte tienes para que te quieran las viejas…”.
En la película, ¿Qué te ha dado esa mujer?, del año 1951, dirigida por Ismael Rodríguez; Pedro Chávez, interpretado por Pedro Infante y Luis Macías personificado por Luis Aguilar, ambos amigos incondicionales, prometieron no casarse, y repartirse todas las “viejas del mundo”, como si estas fueran animales silvestres, carentes de deseos y voluntad propia, y que estuvieran esperando en el campo a ser cazadas por éstos.
En uno de sus roles más humanos, el Inmortal, muestra la verdadera vulnerabilidad del “macho mexicano” y en la película La vida no vale nada, del año 1955, que narra la historia de Pedro Galván, quien vaga por el mundo arrastrando la pena de sentirse incompleto, aquí llora amargamente la pérdida de un amor, y en ningún lado logra hacer lazos afectivos; espantado de sus propios sentimientos, sale huyendo de todos los lugares donde siente afecto, para deprimirse en la soledad del alcohol, aquí, ver su descuido estético, (desalineado, sucio, despeinado y borracho), son la muestra fehaciente de los estragos de la dependencia psicoafectiva a la figura femenina, y la imposibilidad del “macho” de entregarse a los afectos, bajo el riesgo de perder la hombría y el respeto de su grey, amar es femenino.
En esta producción, de los momentos más emotivos, y que tal vez, ilustra a la perfección la soledad de los “machos”, es la interpretación de la canción Alma, aquí se derrumban las ficciones que sostienen a la masculinidad mexicana, y llora y suplica con su canto que trasciende a la soledad que deja la ausencia del ser amado, y muestra más la carencia de sí mismo, y la vulnerabilidad ante el mundo, la orfandad del hombre ante lo femenino.
Tu que sentiste en sus brazos
Ternuras de niño
Y realizaste el amor
en entrega total
Haz de aprender a olvidar
tu más grande cariño
Y recordar que hay espinas
en todo el rosal
Si en otros brazos ardientes
Encuentres olvido
Alma si a ti te engañaron
Aprende a olvidar
Hablando de Pedro Infante Cruz, el hombre no ficticio, también replicó varias costumbres de su época y de sus personajes en la vida real, inclusive, enfrentó cargos, por bigamia al casarse con una menor de edad, Irma Aguirre, conocida en el ambiente de la farándula como Irma Dorantes.
En 1952, Infante Cruz interpuso una demanda de divorcio a su esposa María Luisa León, sin embargo, el juez segundo de distrito en materia civil ordenó al Oficial del Registro Civil dejar sin efecto la inscripción de divorcio. El fallo de la Suprema Corte de Justicia del 5 de abril de 1957 en favor de María Luisa León, la declaraba como la única y legítima esposa de Pedro, de este modo invalidaba el matrimonio con Irma Dorantes.
Al saber la noticia, Irma Dorantes, se comunicó con Pedro para comentarle la resolución y le pidió que en cuanto pudiera regresar a la Ciudad de México para tratar el asunto.
La leyenda urbana cuenta que al declararse nulo el matrimonio, Pedro Infante corría el riesgo de ser acusado, y encarcelado por bigamia; sólo así puede entenderse la urgencia del histrión para tomar un vuelo al Distrito Federal, el cual estaba lleno y también los siguientes, por lo que el 14 de abril contrató para el lunes 15 una aeronave de carga de Transportes Aéreos Mexicanos (Tamsa). El 15 de abril de 1957 la avioneta que piloteaba Pedro Infante Cruz se estrelló muy cerca de la ciudad de Mérida, falleciendo todos sus tripulantes.
Tal vez la única atenuante que tendría Pedro Infante y todos sus personajes, es su galanura, su belleza estética, el carisma, don de gente, sonrisa y ademanes, inclusive, su bondad, y la forma de enamorar cantando, de esta forma bajo los estándares de belleza de una sociedad altamente prejuiciosa, todos sus pecados le serían perdonados, pues como se ha dicho popularmente, “si estás feo es acoso, y si eres guapo es cortejo, y si estás feo, pero con dinero, es negocio”.
La descripción previa de Pedro Infante, es su principal atenuante, pues en el discurso oficial, y el reconocimiento de los grupos vulnerables y vulnerados no entren las personas feas, y la cárcel está llena de jodidos, pendejos y feos.